Monday, April 11, 2005

La última luz del siglo XX

El comunismo genera pobreza y miseria material en masa. El capitalismo atrofia las alas de la virtud con las que el hombre puede elevarse sobre la tierra y alcanzar las más altas cotas del espíritu.
Ambas formas de pobreza –material y espiritual- se manifiestan al hombre como males que limitan y reducen su libertad, avocándolo a la tristeza y a la desesperación.
Ante tan grandes desconsuelos la Iglesia ha regalado a la humanidad la vida y testimonio de un puñado de hombres u mujeres coherentes y enamorados, que Dios ha dispuesto para que alumbren los corazones confundidos en las tinieblas de un siglo XX que se ha caracterizado por el horror y la violencia de las mayores matanzas y amenazas de la historia de la humanidad.
Este puñado de hombres y mujeres, que son los santos, han pasado por la vida como signos de contradicción –al igual que Cristo-, han sido como una bandera disputada. Personas amadas y odiadas, seguidas y combatidas… Francisco y Jacinta, sor Lucia, Juan XXIII, el padre Pío, San Josemaría Escrivá, Álvaro del Portillo, Teresa de Calcuta… Juan Pablo II. Dios elige a los débiles para confundir, para liar absolutamente, a los fuertes: gobiernos, periodistas, magnates, académicos…
Lenin hizo sufrir, Stalin hizo sufrir, Hitler hizo sufrir, los beligerantes gobiernos del continente americano han hecho y hacen sufrir… el resentido vecino del 5º C hace o intenta hacer sufrir. Sin embargo, estos santos no solo han sido felices ellos, sino que han logrado la felicidad y la paz profunda (que no tiene nada que ver con la que produce un canuto de marihuana) de millones de personas, en una heroica marcha a contracorriente.
Con Juan Pablo II muere el último gran héroe del siglo XX. Pero la llama del Espíritu Santo, con la que atraía a tantas mentes y corazones, como todas las miradas son atraídas por la cerilla que se enciende en la habitación oscura, no muere. La nueva referencia luminosa para las víctimas de la crueldad humana ha de salir de los millones de jóvenes que han tomado el testigo de este Papa en Cuatro Vientos, en Long Champ, en Roma… Ellos –de los que saldrán los nuevos santos del siglo XXI- se deberán mantener firmes para custodiar la luz de Cristo, el progreso no puede suponer extinguir la única llama que ilumina, la única esperanza sólida de la humanidad, ésta es una de las grandes enseñanzas de Juan Pablo II, esto lo hacía atractivo en su ancianidad. “Sólo el hombre transformado transformará la sociedad” dijo en el Bernabeu. Sólo el santo, el hombre iluminado por la luz de Cristo traerá la paz. Sólo estos débiles son capaces de ahogar tanto mal en mayor abundancia de bien, en esto consistió la vida de Juan Pablo II.

1 comment:

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo said...

Es una pena que este blog esté paralizado. Es tiempo de movilizaciones, y tus artículos son muy buenos -y necesarios-.
¡Ánimo pues!
S2