Tuesday, August 28, 2007

Un complejo llamado España

No soy psicólogo, pero si alguien en el futuro investiga sobre la sensación de ridículo que una persona adquiere cuando hablan de su patria, me pido ponerle el nombre: “Complejo de España”.

Complejo es una sensación subjetiva, una emoción, que puede basarse en un hecho objetivo y contrastable, como la obesidad, la escasez de altura o cualquier tipo de desmejoramiento físico, o por el contrario, se puede basar en un hecho solamente percibido por el sujeto que padece tal complejo, como el complejo de inferioridad en casi todas sus manifestaciones. El complejo de inferioridad parece ser causado en muchos casos por el juicio censor de las personas con las que el acomplejado tiene algún tipo de relación (profesional, deportiva, familiar, etc.), censura que crean un desequilibrio emocional en el sujeto, que reacciona extrapolando esas valoraciones negativas a todos los ámbitos y aspectos de su vida, llegándose a creer que efectivamente tales carencias son reales.

El “Complejo de España” sería uno de los complejos del segundo tipo, de los que se apoyan o fundamentan en apreciaciones subjetivas, provocadas por el juicio censor de otros, es decir, un complejo de inferioridad. Desde la derrota de la Armada Invencible, los españoles hemos permitido impasibles que sean otros los que escriban nuestra historia. Sobra aquí decir que la Historia está escrita por los vencedores, porque eso no está mal, el vencedor tienen tanto derecho a escribir la Historia como cualquiera, lo que es patético es que los que no han vencido, “los perdedores”, no sólo no se atrevan a escribir la Historia o a contariar los hechos revelados por los vencedores, sino que acaben por creer a pies juntillas todos los tópicos, manipulaciones y mentiras que otros han inventado sobre ellos. El silencio ante la injusticia es una cobardía, surge del miedo a levantar la voz, a quedarse solo, a hacer el ridículo, a ser señalado, a complicarse la vida… el silencio ante la injusticia surge de la falta de compromiso con la verdad, de la incapacidad de objetivizar los problemas y de valorar los hechos, las cosas y la propia persona en su justa medida.

Otros han dicho de España que su gestión en el Imperio fue penosa, otros han dicho que las costumbres españolas eran atrasadas, otros han dicho de España que sus dictaduras son peores que las suyas, muchas cosas han dicho otros de España gratuitamente, y nos las hemos creido. España se ha paseado desde esos remotos años cabizbaja por Europa, como una cenicienta en una fiesta de postín, pero sin traje para la ocasión. Ahora, sin saber quiénes somos o qué es España, parece que queremos sacudirnos esos sambenitos de hechos inexistentes, para despojarnos de la vergüenza sentida al identificarnos con una España de leyenda negra creada por los enemigos de la cultura española.

Sin duda, cuando alguien pretende desprestigiar a otro a toda costa no es porque le resulte indiferente e inofensivo, al contrario, la difamación y la acusación son las armas del débil, del que no sabiendo cómo subir por encima del fuerte, recurre al juego sucio y a la trampa. España ha sido una nación grande, no por esos tópicos del honor o de la gallardía, etc. España ha sido una nación grande por sus valores. Valores que han alentado algunas de las hazañas más importantes de la humanidad como la fundación del Estado Moderno; el descubrimiento de América y su evangelización; la batalla de Lepanto, en la que se frenó una inminente invasión de Europa por parte de los árabes y de su cultura; la resistencia a la invasión francesa del siglo XIX, la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, etc. Por no mencionar las aportaciones al mundo de la ciencia, del arte, del pensamiento, de la espiritualidad y de la literatura que han dado y dan los oriundos de estas fronteras.

En fin, parece que hay acomplejados que se avergúenzan de su pasado, por ignorancia, por no conocer de éste ni más -ni en más profundidad- que lo que ingleses, franceses, alemanes o americanos han escrito de él. Y porque después de haberse creído las difamaciones ajenas, han comparado esos hechos acusadores con el maravilloso universo que cada uno de ellos a su vez han difundido sobre sí mismos. Resultado: el complejo. Solución: la paranoia de quien quiere dejar de ser alguien que no es. La paranoia en la que cae el que tiene un complejo de inferioridad, por no haberse llegado a conocer a sí mismo, por no haber sabido valorar en su justa medida, con objetividad, sus errores y sus aciertos, habiéndose creído que es lo que otros le han dicho que es , o incluso peor, lo que se imagina que otros dicen o piensan de él. Por supuesto todos ellos son mejores que el acomplejado y no tienen defectos, eso piensa el acomplejado.

Mi tranquilidad al menos, al ver tanto paranoico de su identidad intentando desbaratar nuestra cultura (la de la ley natural, la de los valores cristianos que tanto bien han hecho a una humanidad impía –lo digo en su sentido más literal de falta de piedad-, la de las virtudes humanas como la generosidad, la honradez, la lealtad, el vigor, el arrojo…), es que en el fondo lo que quieren destruir no es España, sino una imagen viciada y extremada de sus propios miedos y falta de personalidad. Allá ellos, pero no seamos una vez más tan cobardes de guardar silencio ante la injusticia. La injusticia de una educación para la ciudadania que pretende convencer a los más indefensos de que España ha sido hasta ahora una vergüenza, y que tiene que empezar a ser el engendro de depravación y vacuidad que el socialismo español está creando con sus leyes inmorales y dictatoriales, dictadas tal vez, por no se sabe qué cultura ajena a la nuestra, que a mí me recuerda mucho a la ilustración francesa, a la dictadura soviética, y a la ideología marxista del sexo, propagada por frustados comunistas americanos.