Thursday, November 08, 2007

Arrojo y valentía


El valor parece haber sido uno de los más característicos adornos del hispano medio. Concretamente esta tarde he releído ese pasaje del Quijote en el que Alonso Quijano pierde la cabeza con libros de caballerías, episodio ilustrado por un grabado en el que nuestro hidalgo más famoso blande una espada en alto y asesta con abigarrados aspavientos golpes al aire, en busca del bigardo agresor que intenta apresar a una indefensa doncella que le implora su ayuda. El agresor era imaginario, sí, pero terrible y real para Don Quijote, lo que demuestra su arrojo y gallardía, ya a su edad y con su cuerpo tan enclenque.

No he podido menos que asociarlo de modo inconsciente a ese otro episodio sucedido en un metro de Madrid en el que un individuo sinvergüenza asesta golpes y una tremenda patada a una pacífica chica que no había hecho más que tener rasgos americanos. Mucho se ha hablado de esta chica y de su brutal agresor, pero yo no he oído todavía nada acerca de un joven que presencia toda la escena y que ni se inmuta. Permanece sentado, mirada al frente, como un pusilánime, acobardado, que no asiste a la víctima en ningún momento, ni siquiera cuando el xenófobo ha bajado del tren. Me resulta un penoso ejemplo de cobardía.

No hace mucho que escuchaba ¡qué estamos haciendo con la juventud! Esto. Agresores y pusilánimes. Una sociedad de violentos y de tímidos, de descerebrados y de individuos que cometen todo tipo de abusos de omisión, de silencio injusto, de dejadez de derechos, de indeferencia ante la injusticia. No es un caso aislado, se trata de un caso ilustrativo de los que pasa entre los chicos y chicas de toda una generación, no hay más que ver lo que pasa por las aulas de la enseñanza pública y privada.

La violencia ha sido un factor muy usado por el mal desde siempre, sin embargo la cobardía no es rasgo característico de la juventud. No actuar o no pronunciarse respecto de un evidente mal, solo puede explicarse si se considera el bien particular y egoísta de cada uno por encima de la justicia, el bien y la paz social, en resumen, por carecer de magnanimidad. Virtudes y vicios que animo a la juventud a buscarlas por los diccionarios y novelas de nuestra rica cultura literaria, pues vivir unas y evitar otros, sin duda llenarán sus vidas de un plenitud y de una felicidad imposible de suplir por la PlayStation o el alcohol.

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