
Sobre esto último quería pararme para hacer una consideración. Tras apreciar este detalle acerca de la excelencia de la traducción, que definiría como la capacidad de aunar elegancia y sencillez, sin que el lector se de cuenta de ello, me pregunté quién sería el traductor que alcanzó tan alta maestría en el arte de las palabras. Pues para mi sorpresa -he de confesar que esperaba no encontrar en los créditos del libro mención ninguna a su artífice, como me ha pasado en tantos otros libros- aparecía: Ángel Luis Hernández Francés, al que no tengo el gusto de conocer y a quien no creo que conozcan la mayoría de lectores hispanos de esta gran obra literaria.
Es fastidioso el asunto. No sé si sabrán ustedes idiomas, o si se habrán parado a traducir algún documento sin que se pierda el sentido original, ni los matices más insignificantes. Si se han enfrentado a esta tarea se habrán dado cuenta de su dificultad. Súmenle a eso tener que darle estilo al conjunto de la traducción, para que no pierda valor literario y para que cada personaje tenga su carácter propio, idéntico al de la versión original.
Un trabajo de traducción de este tipo requiere mucho tiempo y esfuerzo, y si bien es verdad que el traductor al menos no tiene que hacer el esfuerzo creativo, el autor debe mucho a éste para el reconocimiento internacional de su obra.
La profesión del traductor es imprescindible, valiosa y oculta, como la del mayordomo protagonista de Los restos del día. Todos se benefician de su trabajo pero los aplausos son para el autor. Sin embargo bien nos acordamos del traductor cuando la traducción es deficiente. Se trata de uno de esos trabajos que no se aprecian si no por sus defectos. Desagradecida tarea. Pues aprovecho, simplemente, para agradecer a tan importantes profesionales su labor, gracias a la cual podemos los demás gozar del privilegio de leer muchos de los clásicos universales.
1 comment:
No he leído este libro, pero la película me decepcionó bastante. Aunque no me pareció tan aburrida como a mi compañera de noche de cine, que directamente se quedó dormida.
Pero, bueno, es lo que tienen las adaptaciones al cine: que muchas veces son pésimas, porque para ser fieles a la novela original, la película debería durar como 30 horas...
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