Wednesday, February 18, 2009

Autobús ateo


Esto de la crisis económica da que pensar. Estamos todos los españoles muy descontentos con la reducción de la calidad de vida tan estupenda de la que hemos disfrutado, y de la que en realidad seguimos disfrutando, y es que parece no haber en estos tiempos nada tan irritante como que nos toquen el bolsillo. Los euros han pasado a ser lo que el concepto del honor fue en el Siglo de Oro. Por nuestra nómina somos capaces de batirnos en duelo, e incluso de faltar al respeto y a la educación ya sea en la prensa, en el Parlamento, en las manifestaciones y en cualquier ámbito público o privado que haga falta.

Que nuestra paz interior se pueda ver alterada por una reducción de hábitos placenteros no necesarios para la subsistencia –consecuencia de tener que ahorrar una temporadilla- dice mucho en detrimento de una sociedad sin valores y sin virtudes, que a pesar de la crisis, no nos engañemos, sigue siendo opulenta, con perdón de la expresión.

Sin embargo, la historia de muchos pueblos, unos aún existentes, otros ya extinguidos, nos da una idea distinta del valor de la vida humana y de la existencia. Un valor no monetario. La vida se ponía al servicio de la sociedad y no de la satisfacción de los propios apetitos. Así, los ciudadanos atenienses se debían al ejército para servir a su ciudad, pero dejaban la lucha armada para cultivar el campo y recoger la cosecha. Los hombres más capaces de las sociedades medievales se dejaban la vida en la guerra. No tan lejano en el tiempo quedan los reclutamientos voluntarios en los Estados Unidos durante las guerras mundiales. ¿Qué valía, pues, la vida de una persona que se podía sacrificar en un combate de la forma más precipitada e ignorada? Un ideal. Un proyecto de sociedad que merecía la pena defender. Un remanso de paz para las generaciones futuras. Logrado el objetivo, el remanso de paz se pudre como el agua estancada y todo lo que en ella cae. ¿Así se pudre nuestra gente? ¿Qué hay hoy por lo que el hombre más preparado intelectual y técnicamente de la historia se aventure a entregar la vida? ¿El placer, la ausencia de dolor, el egoísmo en definitiva?

Probablemente Dios no exista, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida. Ese puede ser nuestro valor más excelso hoy, lo dice Dawkins y el transporte urbano. Pero hay quien cree en Dios, lo deja todo por Él y su vida es la única epopeya en favor de los demás que se ha escrito en nuestra cultura hedonista: el inconformista o el santo, según se mire. Pregunto al ateo en crisis: ¿seguro que es más feliz el que se queja por los euros que el que tiene un motivo para empeñar su existencia? Aunque sea a efectos prácticos, no merece la pena dejar de preocuparse para disfrutar de la vida, no al menos en el sentido del bus urbano.

3 comments:

Barandán said...

Es que disfrutar la vida es amar a Dios sobre todas las cosas. Lo contrario de eso es DESPERDICIAR la vida en probabilidades ("Probablemente Dios no existe..." -dicen los que están tan "seguros").

Así, entregando la vida a Dios, es como adquiere relieve una existencia, tal la que llevan nuestros contemporáneos, tan plana como un billete de 50 euros... Ya sabéis, de esos que sólo llevan los políticos para dar propinas.

Un abrazo!

Anonymous said...

Cuando hay gente como tú, probablemente Dios exista.
Cuano tu eras un niño (ya mayor) y yo un adulto (que no quiso crecer) recibí una buena lección comiendo.
Lástima que te marcharas cuando empezabamos a quererte, pero es que mi chiringuito convierte a los personajes en personas importantes.
Abrazos desde la tierra donde el sol habita.

las cosas claras said...

Anónimo, no sé quién eres, pero me lo imagino. Lo único en lo que no caigo es en eso de la comida, porque no recuerdo nada. Dame una pistilla.
Desde luego, me has sacado una lagrimilla con ,ensaje tan emotivo.