Me he quedado gratamente sorprendido del interés creciente del Gobierno por la asignatura de religión en los colegios españoles. No entraré al debate de si es conveniente evaluarla o no. Lo que me ha llamado la atención es la medida de que sean los filósofos los que impartan la nueva “Historia de las civilizaciones”. El nuevo Gobierno ha sabido resolver muy bien un problema teórico, al que el propio Juan Pablo II ha tenido que dedicar una encíclica, pues los intelectuales aún no se aclaraban. El Gobierno va a tajar de una vez por todas la polémica, dándole un respaldo oficial a la opinión de que la fe y la razón no se contradicen, es por ello que serán los filósofos los que tengan que explicar la historia y evolución de la fe y de las creencias de los pueblos, sus distintas religiones, la revelación, la Biblia, las costumbres y ritos, la expansión providencial del cristianismo y la humanamente incomprensible historia de la Iglesia Católica, la ley natural y divina, y su fundamento sobrenatural… por hablar de lo que nos coge más cercano. Me pregunto qué opinarán los profesores al respecto.
En fin, se ve que el Gobierno de ZP tiene remedio para toda clase de errores, y que desde su laica sede aconfesional, está capacitado para mediar en todo lo divino y humano. Como un buen padre de familia (tradicional), sabe lo que conviene a sus ciudadanos y les impone el tipo de educación más conveniente para sus hijos, que el mundo es mixto y complejo, y no estamos como para que nadie elija.
Deseando que sigan adelante con sus propias contradicciones, a ver si nos duran poco en la Moncloa, me despido.
En fin, se ve que el Gobierno de ZP tiene remedio para toda clase de errores, y que desde su laica sede aconfesional, está capacitado para mediar en todo lo divino y humano. Como un buen padre de familia (tradicional), sabe lo que conviene a sus ciudadanos y les impone el tipo de educación más conveniente para sus hijos, que el mundo es mixto y complejo, y no estamos como para que nadie elija.
Deseando que sigan adelante con sus propias contradicciones, a ver si nos duran poco en la Moncloa, me despido.
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