Desde que Ibarretxe propuso aquello de arreglar los asuntos a guantazos, y observando el intento de agresión sobre un ministro, con barra en mano, de la forma más cutre, me pregunto por qué cada vez me quema más la sangre leer la prensa, sobre todo las declaraciones de María Teresa Fernández de la Vega. Al principio detecté cierto prejuicio contra el PSOE, por no haber ganado las elecciones por el programa que ahora nos impone, sino por la confusión de un pueblo castigado por la soberbia de un Gobierno que no quiso escuchar ni a los españoles, ni al Papa.
Aun habiendo detectado tal prejuicio, cada vez me radicalizo más en mis declaraciones acerca del Gobierno de Zapatero. ¿Por qué? Sencillamente porque me hace sentir imbécil. Sí, porque no argumenta nada de las declaraciones que realiza sobre algunos temas tan sensibles como el matrimonio, la Iglesia, las asignatura de religión, la enseñanza diferenciada, la familia, el uso del preservativo para prevenir el SIDA, el aborto, la inmigración, la objeción de conciencia de los farmacéuticos, el problema del País Vasco, Gibraltar… Quizá sea verdad que todos estos temas sean opinables, no estoy de todos modos de acuerdo, pero en ese caso que justifiquen su postura, y que rebatan los argumentos en contra. Es muy fácil hablar y discutir con tópicos y con frases hechas, sin citar fuentes de ningún tipo. Todo esto es muy quijotesco, por cierto, pues se trata de gobernar a lo Sancho Panza. Pero ¿no es insultante que te gobiernen como si fueras un mendrugo, sin participación real? Al no estar en su modo de diálogo sin argumentos, es decir, en el idealismo más puro e ignorante, quedas rechazado por marciano, incluso se atreven a decir por “ridículo”. Una sonrisa, una frase redonda como la de los “tenebrosos togados, opuestos al progreso”, y si te he visto no me acuerdo.
Entiendo que cuando no te sientes escuchado, y cuando hallas como respuesta una sonrisa como la que se da a un tonto, con mucho talante, te entren ganas de liarte a guantazos. Así empezó la guerra civil, y es una pena que no nos hayamos enterado.
Aun habiendo detectado tal prejuicio, cada vez me radicalizo más en mis declaraciones acerca del Gobierno de Zapatero. ¿Por qué? Sencillamente porque me hace sentir imbécil. Sí, porque no argumenta nada de las declaraciones que realiza sobre algunos temas tan sensibles como el matrimonio, la Iglesia, las asignatura de religión, la enseñanza diferenciada, la familia, el uso del preservativo para prevenir el SIDA, el aborto, la inmigración, la objeción de conciencia de los farmacéuticos, el problema del País Vasco, Gibraltar… Quizá sea verdad que todos estos temas sean opinables, no estoy de todos modos de acuerdo, pero en ese caso que justifiquen su postura, y que rebatan los argumentos en contra. Es muy fácil hablar y discutir con tópicos y con frases hechas, sin citar fuentes de ningún tipo. Todo esto es muy quijotesco, por cierto, pues se trata de gobernar a lo Sancho Panza. Pero ¿no es insultante que te gobiernen como si fueras un mendrugo, sin participación real? Al no estar en su modo de diálogo sin argumentos, es decir, en el idealismo más puro e ignorante, quedas rechazado por marciano, incluso se atreven a decir por “ridículo”. Una sonrisa, una frase redonda como la de los “tenebrosos togados, opuestos al progreso”, y si te he visto no me acuerdo.
Entiendo que cuando no te sientes escuchado, y cuando hallas como respuesta una sonrisa como la que se da a un tonto, con mucho talante, te entren ganas de liarte a guantazos. Así empezó la guerra civil, y es una pena que no nos hayamos enterado.
No comments:
Post a Comment