
Esta mañana leía un diario de tirada nacional. La sucesión de calamidades y asuntos rocambolescos, me ha recordado aquella canción de Sabina, donde los pájaros visitan al psiquiatra, las niñas ya no quieren ser princesas, etc. Me refiero a la desbordante inmigración ilegal, los malos tratos, asaltos a casas bien, incendios desoladores, accidentes irresponsables en carreteras y vías, intrigas internacionales creadas por oscuros intereses y rivalidades, tropas españolas de aquí para allá, víctimas del terrorismo silenciadas por el poder del terrorismo, presidentes que contradicen sus palabras con los hechos, oposiciones que contradicen sus hechos con las palabras, nacionalismos que acosan la soberanía nacional, memorias históricas que rescatan odios y recelos… así, no se sabe “si el mundo está al revés o si soy yo quien está cabeza abajo”, como diría algún otro cantante.
Los tiempos no están cambiando: los tiempos han cambiado. El pueblo español está triste, se respira en la calle: caras largas, miradas desconfiadas (a veces desafiantes) palabras deshumanizadas… El sentido del humor se ha vuelto ácido e irónico, quedando como única alternativa la broma zafia y ordinaria, cargada también de acidez, por otro lado. El optimismo ha quedado reservado para los infelices y soñadores que no saben nada de la vida. El egoísmo se ha constituido en una vía de escape, en la puerta de salida de una sociedad en la que la persona no existe, solo el individuo. España provoca tedio, asco –digamos-, y el español ya parece aceptar resignado cualquier esperpento que ocurra en nuestra política o en nuestras leyes, sin inmutarse, mientras no repercuta en su práctica cotidiana del egoísmo. Cuando algo le contradice en primera persona, como al niño al que le quitan el juguete, patalea y exige responsabilidades, pero sigue sin hacer nada con proyección social, solo se queja, reniega, incluso insulta.
El español “realista” y “crítico” formado por el telediario, por “Aquí no hay quien viva” y por la LOGSE, detesta lo social y lo acepta como un mal menor, pues de vez en cuando se le puede sacar provecho. La virtud y la sabiduría no interesan a nadie (menos a los promotores de la LOE, y solo para desterrarlas). La responsabilidad ciudadana desaparece (incluso entre los que deberían promoverla: el Gobierno), porque desaparece el sentido de la sociedad.
Si el español está triste, siente tedio y reniega de la sociedad, y si consideramos que el hombre debería desear la felicidad, tiener capacidad para sobreponerse a cualquier situación y ser el protagonista de las mayores gestas (como en el fondo desea cuando proliferan los juegos de rol, la literatura fantástica y el Capitán Alatriste), y que es un ser, por naturaleza, social… si consideramos todo esto, parece que existe un fracaso y una enfermedad. ¿Fracaso de quién?, ¿de la modernidad?, ¿de Europa?, ¿de eso que se llamaba España?, ¿de un Gobierno?, ¿de los propios ciudadanos que no han sabido ser tales?
¿A quién culpar de que nos hayamos vuelto mayoritariamente egoístas y soberbios? ¿A quién pedir la responsabilidad de acomodarnos en la mentira y en la incapacidad de reconocer el error propio sin traumatizarse? ¿Quién puede ser responsable de que se lapide y demonice a los que predican la expansión generosa de la persona hacia los demás y el verdadero respeto mutuo?
Los tiempos han cambiado. La decadencia es evidente, hasta tal punto, que hay quienes han perdido la capacidad de reconocer una evidencia, o lo que es peor, de aceptarla. En otras ocasiones cuando una civilización ha entrado en un estado decadente, es decir, cuando ha perdido los proyectos comunes, los valores fundamentales y el sentido de sus instituciones y su coherencia, ha sido sustituida, por otra. Vemos como la ausencia de proyectos y valores en España, está siendo suplantada por los proyectos y valores de grupos de inmigrantes ya instalados dentro de nuestras fronteras. Es cuestión de dejar pasar el tiempo, como ahora. ¿La Historia identificará estos años como Decadencia española PP-ZP? ¿Cómo la era de la desaparición de una civilización llamada Europa? ¿A quién le van a pedir después responsabilidades?
Los tiempos no están cambiando: los tiempos han cambiado. El pueblo español está triste, se respira en la calle: caras largas, miradas desconfiadas (a veces desafiantes) palabras deshumanizadas… El sentido del humor se ha vuelto ácido e irónico, quedando como única alternativa la broma zafia y ordinaria, cargada también de acidez, por otro lado. El optimismo ha quedado reservado para los infelices y soñadores que no saben nada de la vida. El egoísmo se ha constituido en una vía de escape, en la puerta de salida de una sociedad en la que la persona no existe, solo el individuo. España provoca tedio, asco –digamos-, y el español ya parece aceptar resignado cualquier esperpento que ocurra en nuestra política o en nuestras leyes, sin inmutarse, mientras no repercuta en su práctica cotidiana del egoísmo. Cuando algo le contradice en primera persona, como al niño al que le quitan el juguete, patalea y exige responsabilidades, pero sigue sin hacer nada con proyección social, solo se queja, reniega, incluso insulta.
El español “realista” y “crítico” formado por el telediario, por “Aquí no hay quien viva” y por la LOGSE, detesta lo social y lo acepta como un mal menor, pues de vez en cuando se le puede sacar provecho. La virtud y la sabiduría no interesan a nadie (menos a los promotores de la LOE, y solo para desterrarlas). La responsabilidad ciudadana desaparece (incluso entre los que deberían promoverla: el Gobierno), porque desaparece el sentido de la sociedad.
Si el español está triste, siente tedio y reniega de la sociedad, y si consideramos que el hombre debería desear la felicidad, tiener capacidad para sobreponerse a cualquier situación y ser el protagonista de las mayores gestas (como en el fondo desea cuando proliferan los juegos de rol, la literatura fantástica y el Capitán Alatriste), y que es un ser, por naturaleza, social… si consideramos todo esto, parece que existe un fracaso y una enfermedad. ¿Fracaso de quién?, ¿de la modernidad?, ¿de Europa?, ¿de eso que se llamaba España?, ¿de un Gobierno?, ¿de los propios ciudadanos que no han sabido ser tales?
¿A quién culpar de que nos hayamos vuelto mayoritariamente egoístas y soberbios? ¿A quién pedir la responsabilidad de acomodarnos en la mentira y en la incapacidad de reconocer el error propio sin traumatizarse? ¿Quién puede ser responsable de que se lapide y demonice a los que predican la expansión generosa de la persona hacia los demás y el verdadero respeto mutuo?
Los tiempos han cambiado. La decadencia es evidente, hasta tal punto, que hay quienes han perdido la capacidad de reconocer una evidencia, o lo que es peor, de aceptarla. En otras ocasiones cuando una civilización ha entrado en un estado decadente, es decir, cuando ha perdido los proyectos comunes, los valores fundamentales y el sentido de sus instituciones y su coherencia, ha sido sustituida, por otra. Vemos como la ausencia de proyectos y valores en España, está siendo suplantada por los proyectos y valores de grupos de inmigrantes ya instalados dentro de nuestras fronteras. Es cuestión de dejar pasar el tiempo, como ahora. ¿La Historia identificará estos años como Decadencia española PP-ZP? ¿Cómo la era de la desaparición de una civilización llamada Europa? ¿A quién le van a pedir después responsabilidades?
1 comment:
Vaya, enhorabuena, me parece una descripción de nuestra sociedad muy acertada, aunque me considero joven y mal informado (tratando de remediar esto último).
Yo mismo, aunque temo que se me escapen algunos detalles de tu texto, me veo identificado en algunos de tus comentarios, y localizo algunos otros en mis conciudadanos, aunque la ciudadanía como actitud esté olvidada, quedando reducida a un mero estatus.
He llegado aquí haciendo una búsqueda de blogs y me voy a tomar la libertad de echar un vistazo al tuyo, espero que no te importe :)
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