Saturday, March 13, 2010

La nueva idolatría



Quien haya leído alguna vez el Antiguo Testamento, así como algún libro de las civilizaciones de la antigüedad egipcia, persa, asiria, griega, romana, e incluso sobre las germánicas o cualesquiera que sean, se habrá percatado de la evidencia de la idolatría, un concepto de fácil comprensión en cuanto a su significado -la adoración que es profesada a los ídolos-, y difícilmente en cuanto al sentido de su práctica.
Pienso sobre este fenómeno religioso y me pregunto por qué resulta tan atractivo para el hombre el someterse a la servidumbre y a la veneración de algo que ha sido construido por él mismo. Cuando de niño me explicaban en qué consistía la idolatría, no me cuadraba en mis esquemas mentales que una persona pudiera pensar que una estatua que acababa de esculpir pudiera ser Dios. Ahora tampoco, la verdad. La diferencia es que cuando era niño estaba convencido de que los ídolos eran invenciones del pasado y que la humanidad los adoraba por ignorancia. Sin embargo hoy, en una sociedad construida por la razón y por el conocimiento científico, persiste la idolatría de una forma llamativamente extendida y me estoy refiriendo a Occidente.
Los occidentales somos capaces de renegar de la religión, de enaltecer el ateísmo como negación de un Dios único y todopoderoso y de mostrarnos crédulos y serviles a manifestaciones ficticias de las potencias divinas repartiéndolas en diversos fetiches. Lo observo en el deporte, más concretamente en el fútbol, en los grupos musicales, en los políticos, en las modelos, en los personajes cinematográficos o de las teleseries, en el manga… Descubro sorprendido que muchas personas a mi alrededor creen que su ídolo creado por humanos es Dios. Y lo imitan, visten como él, se peinan como él, piensan como en la tele nos hacen creer que piensa, llenamos toda nuestra realidad de carteles, póster, colgantes, fotos, imágenes, de sus cosas o de algo suyo (no me sorprende más un friki del manga vestido de Naruto que un seguidor de Ronaldo que, vestido con su camiseta, se quede sin dormir porque el Madrid haya sido eliminado de la Champion, ya que ambos, Naruto y el icono Ronaldo, son invenciones humanas), aunque sepamos que detrás de todo esto no hay nada, sólo nuestra imaginación o una realidad más o menos fantasiosa fruto del deseo, de lo que nos gustaría que fuera.
Podría ser que esta idolatría moderna no sea sino una forma más de ateísmo, puesto que en el fondo es la adoración de la nada, de una creación humana, de un objeto vacío y de una renegación y desconfianza del auténtico Dios, del Ser que da explicación de todo y que no ha sido creado, sino que es creador.
Si los hebreos caían continuamente en este peligro a pesar de las revelaciones directas de Yahvé-Dios y de las advertencias de los profetas y las prescripciones de su Ley, cuánto más caerán en la sumisión idólatra los habitantes de una civilización cuya diosa es una razón humana, que sólo puede prometer la tierra utópica de la concordia social y el bienestar perpetuo. La auténtica razón pierde entonces su valor y, devaluada, deja su trono a la imaginación y a la ficción, tan válidas, entonces, como la utopía atea del racionalismo.

1 comment:

Anonymous said...

Quizas todas esas invenciones humanas de las que hablas son la mustra de que el hombre siempre necesita un punto de referencia de algo o alguien fuera de él. Ese "dios" humano siempre tiene cualidades o es capaz de realizar acciones aparentemente imposibles para el que lo idolatra, y por las cuales es digno de beneración.

Quizas esto sea una muestra mas de que el hombre necesita de Dios, aunque solo sea como un motivo de empuje para vivir. Nos engañamos, por tanto, considerando que estamos en una sociedad atea, estamos en una sociedad de "dioses" que no compremeten y que no se comprometen esta es la única diferencia entre los que cremos en el DIOS que realmente sustenta nuetra vida y los que creen en el "dios" que solo da momentos de diversión o de entretenimiento.

Quizás esto de que hablas es la clave del actual relativismo que anula la razón y la naturaleza para dar paso a lo "relativo según me convenga"