Wednesday, November 10, 2010

El Papa en España


Enciendo la tele. Me encuentro el despliegue mediático, policial y político de la visita de Benedicto XVI. Mucha gente y mucha alegría. Palabras a favor de la libertad religiosa, gestos de concordia y de esperanza en una sociedad castigada por la crisis económica y por la desconfianza en un prójimo de intereses dudosos (especulación, corrupción, oportunismo, y quizá un etc. a gusto del lector). Y una muchedumbre que sonríe, que canta, que baila, que habla con gozo, que pronuncia palabras de sincero cariño hacia otra persona.
Soy católico y practicante. Y no termino de salir de mi perplejidad al ver que me contagio de alegría optimista al experimentar júbilo viendo la tele. Júbilo, sustantivo que señala una realidad que los hombres del siglo XXI, a pesar de nuestro progreso, apenas vislumbramos, como si se tratase de una quimera inexistente en la que no merece la pena creer.
Y me siento yo mismo jubiloso. Y pienso en dar las gracias a los periodistas y profesionales que han conseguido despertar esta sensación casi inédita con su trabajo bien hecho. Y doy las gracias, pues, con esta carta y lo hago con cariño, pues con cariño han cubierto el viaje del Papa. Gracias por divulgar lo más informativo de la visita pastoral de Benedicto XVI: descubrir que los españoles seguimos con capacidad de querer a los demás, incluso en los medios de comunicación.

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