Wednesday, March 16, 2011

Granada Laica. Argumentos contra la Iglesia





Resulta cuanto menos llamativo, por no decir anacrónico, que en la España democrática del siglo XXI existan aún asociaciones denominadas laicistas, como es el caso de Granada Laica. El laicismo es por definición algo contrario a los fundamentos del orden democrático, ya que se define como una “doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa” (véase DRAE). Es decir, se trata de una doctrina, y como tal, pretender imponerla al conjunto de toda la sociedad, sería un totalitarismo, ajeno, pues a todo lo que se afirme democrático.
Por otro lado, pretender que por fuerza, el hombre o la sociedad sea independiente de cualquier organización o confesión religiosa, atenta claramente contra la libertad de conciencia, o si se prefiere, contra la libertad de las conciencias. Ni el Estado, que en una democracia es el pueblo, ni facción alguna dentro de ese pueblo, pueden intentar independizar al hombre de aquello en lo que en conciencia cree.
Este sutil jacobinismo, sin embargo, es visto con buenos ojos por una amplia muestra de demócratas. ¿Y cómo es posible ser demócrata y no tolerar expresiones religiosas públicas? No es posible. Pero como lo que el laicismo promueve encaja con la opinión pública, es decir, con lo políticamente correcto (ni más ni menos que lo que una minoría de personas organizadas en torno a los medios de comunicación promulga, señalando con efectos de luz y sonido lo que se debe y no se debe hacer), esta contradicción pasa con frecuencia inadvertida.
Cosa más difícil es saber argumentar de modo correcto estas reaccionarias ideas laicistas (reaccionarias puesto que reaccionan contra la expresión religiosa de los individuos y grupos humanos, algo presente en el ser humano desde antes incluso que las pinturas de Atapuerca, como se deduce de las imágenes rituales y el sentido sagrado de los enterramientos), si bien es verdad que no hacen falta, a efectos prácticos, muchos argumentos cuando se dice lo que la gente espera oír. Aún no he encontrado, por ejemplo, un argumento creíble para la supuesta neutralidad ideológica del laicismo. El laicismo no adopta una postura neutral por mucho que lo propaguen los que están en el poder endogámico de la universidad y la prensa. Se posiciona claramente en contra de algo. En contra. Eso no es neutralidad, se mire como se mire.
En concreto, me disponía hablar en este artículo de la asociación Granada Laica, un intento de eliminar todo lo que suene a Iglesia Católica en esta provincia. No digo que quiera eliminar –como dice el laicismo- la vinculación de los hombres con la religión, sino con la religión católica. Y a la página web www.laicismo.es me remito. Toda su actividad, como ahí se lee, se dirige hacia la Iglesia Católica. Básicamente en torno a tres cuestiones: los crucifijos en los lugares públicos (algo más que opinable y casi más cultural que religioso propiamente), la enseñanza de la religión en la escuela (algo que en una sociedad libre corresponde elegir a los padres, por derecho, no al Estado) y la financiación de la Iglesia en España (tema farragoso, donde se hunden hasta las cejas, puesto que al basarse en datos cuantificables y objetivos se vuelve contra ellos mismos, pues si algo no se puede criticar de la Iglesia, precisamente en estos tiempos de corrupción, es el ahorro y riqueza que de modo desinteresado produce en el Estado, véase http://blogs.que.es/8359/2008/6/24/dinero-la-iglesia-espanola-mitos-2).
Si la Iglesia desapareciera hoy de Granada, se perdería gran parte del turismo que visita templos, catedrales, museos, y nuestra Semana Santa, la procesión del Corpus Christi, etc. El turismo, no lo olviden, es la principal fuente de ingresos de esta ciudad. Si la Iglesia desapareciera hoy de Granada habría que incrementar el gasto en la escuela pública hasta equiparar el sueldo de los profesores de colegios privados y concertados al de los funcionarios de la escuela pública. Además el Estado debería pagar lo que ahora se financia de modo privado: la mitad de la escolarización. Habría que crear nuevos centros de acogida, asilos, comedores sociales y una gran cantidad de centros de servicios sociales por el estilo.
Por otro lado, si la Iglesia no hubiera estado nunca en Granada, no existiría la Universidad donde Granada Laica acaba de introducir una sucursal. No al menos una universidad tolerante de inspiración cristiana, ahora un poco menos tolerante por la inscripción de asociaciones antidemocráticas como UGR Laica (esperemos que no sean tan tolerantes y democráticos como las feministas profanadoras de Somosaguas de la Asociación Contrapoder o los grupos de jóvenes que irrumpieron violentamente un acto litúrgico en la capilla de la Universidad de Barcelona). Quizá si la Iglesia no hubiera estado nunca en Granada su universidad gozaría de la libertad de expresión propia de una madraza islámica, donde a buen seguro hubieran podido inscribir su asociación.
En fin, yo soy católico, lo digo públicamente y soy estudiante de la Universidad de Granada. Y ahí y en donde esté, voy a seguir siendo católico y lo que diga será católico, porque este Estado es democrático y nadie puede  venir a decirme lo que tengo que creer, precisamente porque el Estado en el que vivo es democrático y aconfesional.

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