Juguemos a que estamos de acuerdo
con lo que propone la ideología de género. Si es así que un hombre y una mujer
son exactamente iguales, idénticos (no solo a efectos jurídicos, ni en lo
referente a su igual dignidad personal), entonces entre ellos las únicas
diferencias posibles son las impuestas por la biología, es decir, por el cuerpo
con el que se nace, el cual no se elige. Todo lo demás son condicionamientos
sociales. ¿Cómo es posible que esa misma ideología ampare a un transexual y en
el caso de la Junta de Andalucía financie con el dinero público las operaciones
de cambio de sexo? ¿Cómo puede plantearse tomar medidas contra un colegio
andaluz que impone a un alumno llevar el uniforme acorde con el cuerpo que
posee?
Si jugamos de verdad a la
“igualdad”, un transexual transgrede las normas, pues al margen de su cuerpo
dice ser mujer u hombre, lo que no es más que rechazar de plano que los hombres
y las mujeres sean idénticos. No se puede ser hombre dentro de un cuerpo de
mujer, ni mujer en cuerpo de hombre, pues para la ideología de género solo
existen hombres y mujeres en el terreno biológico. En otras palabras, no existe
la posibilidad de sentirse hombre o mujer, si no es por un condicionamiento
social que presupone que las mujeres y los hombres sienten (se sienten) de un modo
distinto. Un transexual es el antagonista de la igualdad de género; es el
máximo exponente de la diferenciación de género. “Transexual” para las instituciones
que vigilan la igualdad de género debería ser una palabra tan horrible como
“sumisa”, “segregación”, “machismo”. ¿Qué sentido tiene que los que dictan las
normas tomen medidas contra los que cuidan esas normas hasta el extremo de
poder perder su concierto? El colegio de San Patricio de Málaga
y los padres perjudicados
por la decisión de la Junta de abrir un expediente, deberían recibir, de
acuerdo con esta ideología, un premio por su compromiso con la igualdad. Para
mí, que estoy jugando a esto, son unos héroes y unas víctimas del poder.
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